Desde diciembre, hemos ido
narrando por capítulos como ha llegado el último de nuestros compañeros de piso
felinos, sin embargo no nos hemos detenido como se merece en el consecuente
proceso de adaptación que precisaron el resto de nuestros cohabitantes.
En noviembre, el censo animal de
mi casa se “limitaba” a un representante de cada especie dentro de la cadena
trófica, esto es: un perro (Nanda), un gato (Luni) y un pájaro (Jefferson alias
Pollete). Introducir un nuevo miembro gatuno, ha desequilibrado el orden
cósmico que reinaba en nuestro hogar, y aunque gracias a dios, no ha habido que
lamentar víctimas, creo que es importante contar también esta parte de la
experiencia previa a todo final feliz.
En diciembre de forma totalmente
imprevista, aterrizaba en casa Guiñapo. La vida es así, encuentras siempre lo
que no buscas, y Guiñapín llegó a nuestras vidas cuando nadie lo esperaba.
Aunque lo he contado ya trescientas mil veces (tiendo a repetirme, no me lo
tengáis en cuenta, son cosas de la
edad), contextualizo nuevamente para los recién llegados:
Guiñapo irrumpió en nuestra
existencia tras un desgraciado accidente: presenciamos de forma totalmente
fortuita su atropello. Milagrosamente sobrevivió y el hecho de haber sido
testigos de su infortunio, inclinó a su favor nuestra implicación con su caso,
así que cuando salió del postoperatorio, nos lo trajimos para casa.
GUIÑAPO |
Contra todo pronóstico, los
primeros días nos hicieron pensar que su llegada iba a ser idílica.
Nanda ha desistido ya a perseguir
gatos dentro de casa y aunque el primer día se mostraba sorprendida por el
número de felinos que contaba en el salón, está totalmente resignada a no
incluir gato en su menú.
Pollete, es un pájaro extraño,
demasiado habituado a convivir con animales y humanos no se impresiona con la
cercanía de los felinos, lo que lo convierte en la víctima perfecta y hace que
tengamos que mantener sus aposentos cerrados para evitar desgracias. En
resumidas cuentas no notó el cambio.
Luni, sorprendentemente los
primeros días se dedicó a acicalar con fruición a Guiñapo, lamentablemente esa
aceptación instantánea le duró, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on
the rocks que diría Sabina…
El pequeño Guiñapo, se dejaba
mimar por todos, en seguida se mostró como un gato ronroneador y agradecido que
pese a los sustos que de vez en cuando le asestaba la perra al tropezárselo por
el pasillo, en seguida comprendió que aquel animal tres veces su tamaño, no se
lo iba a merendar.
Con nosotros los humanos,
aprendió rápido que éramos grandes proveedores de comida y achuchones, por lo
que al poco de llegar comenzó a seguirnos por las habitaciones y a saltar al
sofá cuando te veía en el salón.
La casa hizo el resto. Fue su
gran descubrimiento. Las camas, los sofás, los armarios, el trastero… Multitud
de rincones mágicos y calientes en los que esconderse y/o retozar le hicieron
pensar que había muerto tras su encontronazo con el coche y se encontraba en
una especie de paraíso. Toparse un cuenco en la cocina, que se llenaba
mágicamente cada vez que se vaciaba, le hizo reconciliarse con la raza humana.
Saber que además contaba con un comedero de repuesto cuando finalizaba el suyo,
lleno a rebosar de comida para perro, hicieron que Guiñapo no dudase que se
encontraba mejor con sirvientes humanos en casa, que libre pero sin servicio en
la calle.
Todo fluía armónicamente, un
nuevo gato, sociable y cariñoso que es aceptado por los componentes animales de
la casa, era algo demasiado bonito para ser verdad.
A la semana de su incorporación,
Guiñapín, que no deja de ser un cachorro, empezó a sentirse fortalecido y
adaptado, y con su adaptación y mejora, llegaron sus ganas de juerga… Guiñapo
es un gato de menos de un año, Luni una gata repunante de más de 10 años… La
colisión estaba a punto de implosionar, e iba a llevarse por delante el falso
equilibrio de nuestro hogar.
Guiñapo solo quiere jugar y Luni que la dejen
dormitar al sol o en la cama. El gato, como todos los cachorros es inasequible
al desaliento, e ignora totalmente los bufidos de la gata. La persigue, la
acosa, la agota. Tuvimos que separarlos no por agresividad, si no porque los
intentos de comenzar un juego de Guiñapo dispararon el estrés de Luni.
Mi pequeña gata, que se las había
prometido felices en su jubilación, se encontró de repente con un intruso que
no la dejaba disfrutar de sus 18 horitas de sueño…
No os diré más que se puso mala…
Su nivel de estrés hizo que sus defensas bajasen y enfermase. Pese a todos
nuestros esfuerzos, la separación de la vivienda, el establecimiento de nuevos areneros,
cuencos de comida y agua, nuestro esfuerzo por reforzarle el cariño para que no
se sintiese desplazada, no sirvieron de mucho ante el cambio…
No es grave, está mejorando,
tanto a nivel físico como emocional. Casi dos meses más tarde comienza a asimilar
que ese bicho tan molesto ha llegado para quedarse. Atrás quedaron ya esos
primeros momentos cuando lo acicalaba. De momento solo ha conseguido llegar a
una tregua durante la noche, momento en que cuando la pila de Guiñapo se agota
y se deja caer en tus brazos, no le importa dormir prácticamente juntos, los
dos en cuello, en el mismo sofá y tocándote.
Luni, no llega a odiar a Guiñapo,
pero estoy segura de que si supiese abrir la puerta o la ventana lo ponía de
patitas en la calle. Gracias a dios no se han vivido momentos de agresividad,
no lo ataca, solo lo rehúye… Aunque nosotros confiamos en que la convivencia
felina siga estabilizándose.
De esta nueva experiencia vital
no buscada, extraigo las siguientes conclusiones:
-
Existe la creencia de que es preferible tener
dos gatos para que se hagan compañía mutua. La recomendación general es que
para favorecer la convivencia se trate de animales de distinto género y que se
tenga en cuenta el carácter del gato original antes de introducir un segundo si
es que la introducción de los dos animales no se hace al mismo tiempo.
Mi experiencia
personal me dice lo siguiente:
- - Además de tener en cuenta el género y el carácter del animal que ya tenemos en casa, yo os recomendaría a cualquiera de vosotros que estéis pensando en incorporar un nuevo felino en vuestro hogar, que tengáis en cuenta la edad. Los animales en función de su etapa vital tienen diferentes necesidades. La adaptación en nuestro caso hubiera sido mucho más sencilla si se hubiese tratado de un gato adulto en lugar de un cachorro.
- - Poned especial atención a vuestro gato “primogénito”, los cambios les producen mucho estrés hasta el punto de generar bajadas de defensas en su sistema inmunitario.
- - Armaos de paciencia, muuuuuuucha paciencia, que la llegada no sea de cuento de hadas no significa que no puedan alcanzar el nirvana en la convivencia, pero se precisa de tiempo y dedicación.
- - Planificad de qué forma podréis mantener a ambos animales aislados pero con todas sus necesidades cubiertas.
- - Nunca dejéis de lado a vuestros gatos primogénitos, es preciso que mantengan sus privilegios originales para que no se sientan desplazados, pensad que al igual que les ocurre a los niños con la llegada de un hermano menor, estamos hablando de pequeños príncipes destronados.
Y esto hay, seguiremos informando
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