Se acaba este año 2015 de celebraciones para Amigos del Perro, y es que aunque veinte años no se cumplen todos los días, al mismo tiempo son un soplido, no son nada, como dice el tango. Ha sido un año, fácil y difícil como todos, con pequeños éxitos y algún que otro chasco. Un año de premios, de fiestas, de aniversarios y ahora toca seguir peleando, continuar al pie del cañón, luchando contra la marea.
Hace veinte años ¿dónde estábamos cada uno de nosotros? Yo desde luego, ni cerca ni lejos, sino peleándome con las hormonas en el Instituto, pero con todo no soy la que más ha cambiado, el vuelco más grande lo hemos dado entre todos, lo ha dado la sociedad. Aunque parezca inamovible como una gran roca, dos generaciones más tarde, parece que las cosas comienzan a funcionar.
Digo esto, porque tengo grabadas en el cerebelo, las palabras de Lola, la presidenta de esta gran comunidad de vecinos denominada Amigos del Perro, quien en una conferencia, hace un par de años, decía, “cuando empezamos éramos apenas un puñado de mujeres de lo que se denominaba locas de los gatos y a las que poco en serio se tomaba…” La verdad, y teniendo en cuenta que en pleno 2015, no hemos conseguido salirnos de ese cliché, no quiero ni imaginarme lo que suponía entonces ponerse al frente del vacío animalista.
ESTATUA DE RUFO EN OVIEDO |
Lo pensaba la pasada semana ante la estatua de Rufo en Oviedo. Rufo, me imagino lo sabréis, fue un amastinado que vivió en la ciudad de Oviedo a caballo entre las décadas de los ochenta y los noventa. Más o menos, cuando Amigos del Perro iniciaba su andadura. Su imagen, la de Rufo, está grabada a fuego en la retina de los ovetenses, porque no hay foto de aquellos años recogiendo una concentración, en la que no estuviese presente el perro. Es tan icónico en el imaginario colectivo que en los últimos años se le ha erigido una estatua a petición popular e incluso se busca su representación cinematográfica en una película. Rufo vivía en la calle, y pese al cariño que le profesa y/o profesaba la mayor parte de la población, era un perro callejero. No fue el primer Rufo, antes y después de él hubo al menos otros tres Rufos patrullando la capital asturiana, y precisamente aquí es a donde quería yo llegar: ¿Recordáis este país hace 20 años? ¿Recordáis los perros abandonados en las ciudades, los pueblos, las carreteras? Yo tengo el recuerdo de la normalidad con la que se asumían los perros vagabundos que rondaban por nuestras calles. Perros famélicos, sarnosos, accidentados, a los que solo se prestaba atención si se agrupaban en cuadrillas por el riesgo que podían suponer. Recuerdo los cadáveres en las carreteras, triste pero cierto, pese a que las autovías no estaban tan generalizadas. Hemos ido dando pequeños pasos en los últimos años. Ahora, hoy por hoy, no normalizaríamos un Rufo en el parque San Francisco, ni aceptaríamos que ningún Consistorio tras vacunarlo y desparasitarlo lo devolviese a la calle sin más. Es tan grande el objetivo propuesto, que a veces no nos damos cuenta de los logros conseguidos. Que un país, representado tradicionalmente por la bailarina y el torero de los souvenirs, se vea sumido en el ético de dilema de si dar o no continuación a la tauromaquia, es desde luego un país distinto al de hace veinte años.
RUFO EN UNA MANIFESTACIÓN |
Desgraciadamente queda aún mucho camino que recorrer, nuevas generaciones a las que concienciar. La adopción y la esterilización son los nuevos caballos de batalla, pero mirad atrás por un momento y pensadlo, no existen hoy por hoy, los perros vagabundos, al menos en nuestra región, incluso las colonias felinas, comienzan a tener un control. Las antiguas locas de los gatos, realizan una hercúlea tarea, que aunque siguen sin estar reconocidas como se merecen, al menos la sociedad comienza a percatarse de la gran labor que realizan.
Continuamos pues, hacia adelante, dentro de otros veinte años, quien sabe donde estaremos, quien sabe dónde estaré yo, si es que estoy. Solo espero que en el 2035, el relevo al que le toque hacer balance sobre la fasta celebración de los 40 años de Amigos del Perro, cuando eche la vista atrás, ladee la cabeza y piense en los locos años 15 en los que aún era necesario concienciar a la gente para conseguir una adopción.
Felicidades Amigos del Perro, por todo lo conseguido, y que el año que entra, o los siguientes 20, sean aún mejor. Feliz 2016.