Yo creo que tuve suerte. Conseguí sobrevivir en una perrera horrible y mal acondicionada, me rescataron, llegué a una casa de acogida y finalmente, a mi casa. Llevo una vida agradable, aunque quizás mi humana podría estirarse un poco más a la hora de darme chuches, pero bueno... no me voy a quejar (no demasiado, al menos).
Yo venía del sur, así que la primera vez que llovió, me asusté una barbaridad. Intenté volver a casa a toda velocidad, tirando de la correa y mirando espantado hacia arriba, a las gotas que caían no se sabía de dónde. Enseguida se me pasó el susto, y ahora me gusta la lluvia y chapotear en los charcos. Con los chubasqueros no hago vida, pero no me importa mojarme, es divertido y además, al volver a casa me espera una toalla enorme y esponjosa y una sesión de mimos / spa de la que salgo sequito y contento.
Pero conozco a otros que, aunque parecen igual de afortunados, sospecho que no lo son tanto. O sí, porque no conocen nada mejor, que viene a ser la descripción de la felicidad.
Mis sospechas se basan en comentarios oídos a la hora del paseo, cuando nos vamos encontrando con los conocidos. Este otoño, en los días de lluvia, he descubierto que dos de mis amigos quizás no lleven una vida tan cómoda como yo creía.
Thor es un perro precioso, todo pelo largo y suave, pero no le llevan nunca al parque porque se mancharía, y no sale cuando llueve porque podría mojarse, y entonces, ¿qué pasaría con el parquet?
Luna, en cambio, pasa muchas horas paseando y sí que la llevan al parque, pero el comentario de que no le gusta estar mojada me resultó algo sorprendente, sobre todo cuando siguió la aclaración de que la bañan cada dos semanas, y en verano no pasa nada porque la llevan a la calle a que se seque, pero en invierno no se seca... y tampoco intentan secarla con una toalla o un secador.
Comprendo que para algunas personas, el que el perro se manche o se moje es un inconveniente doméstico; supongo que la limpieza de la casa es muy importante para ellos. A otros les parece que los perros no tienen frío, o no notan la humedad... o les resulta un esfuerzo excesivo secarlos al llegar o después de bañarlos.
Creo que no me gustaría estar paseando horas con todo el pelo mojado, con el frío que hace aquí en invierno. Y tampoco me gustaría tener que estar siempre impoluto y reluciente, yo necesito correr por el campo, saltar en los charcos, revolcarme por la hierba y olerlo todo... ser perro, en definitiva, al menos un ratito al día.
Y si luego me limpian las patas, me cepillan el pelo, y me secan si hace falta, que es mi sesión de mimos favorita, pues ya llegamos casi casi a la perfección... ¡solo faltan las chuches!