Hoy me vais a permitir una pequeña rabieta… Hoy quiero hablar
de un tema que tiene que ver con la escatología y el civismo a partes iguales.
Estoy hablando de la recolección de excrementos caninos, el trabajo más
“agradable” de nuestra convivencia canina, pero imprescindible para la
convivencia humana. Quiero hablar de este tema porque en los 12 días que van de
año, he tenido que exiliar mis botas a la terraza al menos tres veces a cuenta
de todos esos dueños de perros que tan generosamente dejan los restos orgánicos
de sus animalitos repartidos por doquier. Si fuese verdad eso que dicen de que
trae suerte, este año me tocaría la lotería fijo. Sin jugar ni nada.
Vivo en Avilés, y tengo la suerte de vivir en el centro, pero
en un centro que no está del todo hormigonado sino que cuenta con sus pequeñas
zonas verdes arboladas. Parece una situación excelente pero la realidad es que
vivo frente a un parque minado. Y francamente me cabrea y mucho. He de
reconocer que estoy escribiendo esto porque a la hora de la verdad no soy capaz
de decirle nada a nadie. Cuando observo a los dueños mirar para otro lado,
simplemente bajo la cabeza y pienso para mí,
la madre que lo parió… pero nada más. Continúo mi marcha rezongando para
el cuello de mi camisa. Por eso estoy hoy aquí escribiendo esto, porque
realmente necesitamos concienciarnos de que no debe ser así. De que tenemos que
salir de casa envueltos en plástico para no ir dejando un rastro de estiércol
canino a nuestro paso. Y es que seamos realistas, indiferentemente de que
tengas o no perro, a nadie le agrada pisar una boñiga con su propio pie. Es
desagradable para cualquiera, y en contra de lo que muchas veces creen quienes
no comparten su vida con un perro: No. Los dueños de canes no tenemos un
detector de heces en los zapatos que nos ayudan a esquivarlas.
Es más, a
menudo los dueños de perros tenemos más riesgo de encontrarnos con una de estas
minas antipersona en nuestro camino que quienes no comparten su vida con un perro.
Y me explico: hay un elevado número de personas que recogen las heces de su
perro en las aceras (¡BIEN!) pero que no
lo hacen cuando el animalito se dirige hacia el jardincillo de turno (¡HORREUR!).
Lo que ocurre en este punto es que se diferencia claramente los perros que van
sueltos de los que van atados. Y conste, mi perra va la mayor parte de las
veces suelta, pero eso no impide que me agache a recoger sus excrementos como
el común de los mortales. Pero es cierto que el perro que va suelto puede hacer sus necesidades a 300 metros
de su dueño tranquilamente, mientras que el que va atado apenas dispone de
1,5m. Lo que ocurre en muchas ocasiones es que los perros que van atados al
husmear entre la hierba, guían sin saberlo a sus dueños a pisar una de estas
minas…
Os propongo un juego: Intentad cruzar un parquecillo por la zona
ajardinada de noche sin pisar ni un solo excremento… Es difícil, verdad? Si
calculamos que en invierno a las seis de la tarde ya es noche cerrada, nos
daremos cuenta de que todos los perros salen a pasear de noche por nuestros
parques y jardines dificultando la visión de materia orgánica canina. Por esto
mismo, y sin ya entrar en la materia de “niños jugando en los parques”,
“abuelos con sillas de ruedas”, “carricoches”, “carros de la compra” y todo
tipo de objetos en los que se pueden quedar impregnados los excrementos de
nuestras mascotas, por favor, seamos cívicos. Aparte de que tropezarlas sea
altamente desagradable para cualquiera, tiramos piedras contra nuestro propio
tejado. Con la falta de educación y de convivencia en nuestras ciudades solo
conseguimos que la legislación de mascotas sea cada vez más restrictiva y eso
va en contra de todos nosotros. La falta de educación en este tema hace que en
muchos lugares se nos prohíba el acceso con nuestros perros.
Me da mucha rabia
ir con mi perro y encontrarme los excrementos de otro animal en la acera, me
apetece ponerme a gritar “no es mío”, “no es nuestro”, me siento juzgada por
otros viandantes, como si solo el hecho de tener perro te hiciese partícipe de
esa falta de educación o de deferencia hacia los demás. Es necesario que
tomemos conciencia de que este hecho nos perjudica a todos.
Otra cosa,
aprovechando el viaje, que pongan papeleras por dios. Autoridades locales,
poned papeleras, si queréis que recojamos los excrementos de nuestros animales,
por el amor de dios, poned papeleras y no hagáis que recorramos prácticamente
kilómetros con la bolsita… ¡seamos cívicos por favor!, o lo que es lo mismo
¡sed cívicos c@j&%#nes!