FIFÍ
NO HACE POPÓ
Los perros tienen una inteligencia diferente a la nuestra; sus esquemas mentales son distintos, y también su forma de pensar y de
resolver problemas. Esto nos lleva a cometer errores inadvertidamente, y
tendremos que replantearnos las situaciones para ver dónde está el quid de la
cuestión.
Un ejemplo clásico son los perros que salen
a pasear durante siglos enteros mientras su humano favorito se desespera,
intentando obtener algún resultado sólido del paseo que pueda recoger con la
oportuna bolsita de plástico para volver a casa... pero el perro no tiene
ninguna prisa, al parecer.
¿Por qué? Pues porque el perro se ha dado
cuenta de que en cuanto la bolsita esté en la papelera más cercana, se acabó el paseo.
Aquí el error está en dar por terminada la salida en cuanto el perro ha hecho
sus necesidades; ya está, nos volvemos a casa... y muy pronto, tendremos un
perro aguantando todo lo posible para alargar el recreo.
Una vez identificado el problema, la solución es simple: hay que cambiar la
rutina y no dar la vuelta en cuanto el perro ha hecho lo que tiene que hacer;
basta con continuar como si nada, y volver a casa cuando se ha terminado el
tiempo (o la ruta elegida). Pronto se percatará de que puede atender la llamada
de la naturaleza en cualquier momento de la salida, sin que eso signifique el
fin de su paseo.
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