Es muy difícil elegir un único
momento que me haya hecho feliz en el albergue. Además alguien me dijo que no
empezase el artículo con la frase, “mi mejor momento en el albergue fue… “ Sabio
consejo! Así que me permití el lujo de echar la vista atrás y hacer un pequeño
resumen, algo diferente. Llevo tres años siendo voluntaria y no podría quedarme
solo con un momento bueno y especial para mí porque aunque antes de empezar a
escribir intenté en mi mente elegir el mejor soy incapaz de decidirme. Aunque
la gente desde fuera quizá no lo pueda entender, tres años de voluntariado dan
para muchos buenos momentos, más aun si es en buena compañía, con alguien como
Sara los días malos son menos malos y los buenos mucho mejores. Este artículo
no tendría mucho sentido si no hablase en plural, si no la incluyese a ella.
Las mañanas de lluvia en la gatera se convirtieron en algo muy divertido, fotos
para difundir, pechuga de pavo para todos, todos es todos, incluidas nosotras,
fabricación de juguetes caseros y un largo etcétera de variadas actividades.
Los veranos al sol dando interminables paseos que lo curan todo, pasaron a ser algo
necesario casi como el comer. Paseos que lo curan todo no solo para nosotras
sino también para ellos que son lo más importante. En tres años la vida de una
persona puede dar muchas vueltas y si es acompañada por una gran amiga y
peludos todo se lleva mucho mejor. Bill el perro asocial con su peculiar forma
de andar con la correa. Sus caras y sus ladridos al vernos aparecer por el
pasillo de su jaula, los días de playa y el saber lo que es disfrutar de la
compañía humana. Sus compañeros de jaula por aquella época Dali y Lido, dos
enanos con mucha gracia que nos hacían pasárnoslo pipa. Bill y su rápida forma
de aprender, de avanzar, de querer más… Perdiendo sus miedos, cogiéndole gusto
a todo lo nuevo. Pareciendo (siempre solo pareciendo), un perro normal. Sterry
y Stuart y la primera vez que nos encariñamos con un ppp. Que no fue uno,
vinieron dos! En pareja. Cabra loca Stuart, llegar a casa llena de arañazos en
las piernas y moratones por todo el cuerpo. Serenidad Sterry, con su
tranquilidad y su paz nos hacia derretirnos de amor. El día que vi como Julieta
una de mis favoritas, con sus miedos y sus inseguridades, empezó a querer a
Sara, de pronto se dio cuenta que nunca iba a hacerle nada malo y para siempre
se convirtió en su gran amiga. Marea, alegrándonos los días, “Daniel el
travieso” hecho perro, es imposible no reírte y no querer matarla a partes
iguales, la misma cantidad de veces en cada paseo.
Entre tanto, también personajes
gatunos. Lucifer, no era su nombre real, fue el apodo que le pusimos después de
conocerle. Gatito lindo, de unos tres meses, tan solo un bebé encerrado en
hospitalización y aburrido como estaba, hacia tonterías varias y se deshacía en
mimos detrás de las rejas de la jaula para que le prestásemos atención… Era un
maquiavélico plan! Cuando abríamos aquella puerta se volvía completamente loco
a mordiscos y arañazos con nuestras manos, enfadado cuál tigre de bengala.
Ataque de risa trás ataque de risa intentábamos calmarlo pero no había manera
humana de conseguirlo. Miura y su peculiar manera de erizarse cuando se pone
mimoso y al mismo tiempo hacerme dudar sobre cuáles eran sus intenciones hacia
mí y llegar a tenerle hasta un poquiiito
de miedo.
Y llegaron los lobitos, también
Lana y Kiri, quesito Kiri. Otra ppp a la que querer para siempre. Lana otra
locuela sin remedio que nos robó el corazón, divertida y graciosa a más no
poder. Los lobitos, salvajes imposibles que por fin un día decidieron comenzar
a salir de paseo, comenzar a confiar y empezar de cero. El día de playa con
ellos gran recompensa para todos, su felicidad, su cariño, la nobleza y lealtad
que ahora son capaces de demostrarnos cada día.
Toscana y Poza que les encanta
tomar el sol y tumbarse a recibir mimos, Poza siempre menos atrevida, siempre más
cauta y sigilosa, siempre con su miedo por delante pero sin poder resistirse a
un tarde de verano en nuestra compañia. Xena y Luna! Vamos a hacernos una foto
las cuatro! Una foto para el recuerdo! Desastrosa sucesión de intentos, con la
cámara de fotos puesta encima de un fardo de hierba y el temporizador activado,
diez segundos pasan rapidísimo. Muertas de risa y sin ningún resultado que
mereciese la pena de vuelta al albergue, tan contentas las cuatro. Sesiones de
peluquería. Baturro que se porta como un señor, Marto que se queda fresquito
fresquito para pasar el verano mucho más a gusto. Ringo que parece el perro de
la Dama y el Vagabundo y tantos otros más que han pasado por nuestras manos.
Siempre terminando con la misma frase, guapo igual no está mucho… pero cómodo
va a estar… que te mueres de cómodo!! Las tormentas de verano que te pillan en medio
de un paseo y refrescan más que nada en el mundo. El placer de ver a Terrorista
y Tigra muertos de calor jugar con su cubo de agua, ahora meto yo las patas de
alante, ahora te toca a ti, ahora yo otra vez, ahora tu, ahora los dos al mismo
tiempo, ahora van estas chicas majas y nos rellenan el agua porque no nos queda
ni una gota. Las visitas a Ronco, verle la cara de felicidad y alegría, sus
lametazos de agradecimiento, su parsimonia al caminar olfateando todo lo que se
encuentra por el camino.
Frido el rey de Serin sin lugar a
dudas, con sus aires de superioridad haciendo el caballito y poniendo al hilo a
todo bicho viviente a su alrededor, con sus 10 kilos de peso y su tonelada de personalidad.
Lupo, Bonnie, Lucky, Gala, Oso, Risto, Ralph,
todos los que pertenecen y pertenecieron a la “manada” de Serin,
llenando el albergue de vida y alegría, correteando y persiguiéndote por todas
partes allá donde vayas.
Un sinfín de aventuras perrunas
que hacen que los malos momentos pesen menos, que se te olvide un poquito el
sufrimiento de las jaulas y del frio invierno en el albergue. Los nervios la ansiedad
y la angustia de sentirse solos y abandonados, porque todos y cada uno de ellos
tiene un hueco en el albergue. Huecos que se dejan libres para próximos
candidatos por desgracia. Huecos que se cubren rápidamente, para dar paso a más
aventuras, a más adopciones y a más segundas oportunidades. Porque todo está
lleno de cosas positivas, solo hay que saber encontrarlas. Al final de cada día
momentos como estos son los que te empujan a volver al día siguiente a no parar
de luchar por ellos y a nunca tirar la toalla. He de parar porque si no esto se
convertiría en la historia interminable pero no dudéis que hay y habrá muchos
más buenos y mejores momentos, siempre con ellos y todo por ellos.
Marta
Álvarez Palacios
www.amigosdelperro.org